Trump y el populismo
Entre los ríos de tinta que ya han
corrido analizando la relativamente sorprendente victoria de Donald Trump,
encontramos muchas referencias al auge del populismo y a las similitudes de los
populismos de todo signo. Desde luego, creo que no es necesaria una definición
científica muy rigurosa de populismo para afirmar que buena parte de sus
propuestas electorales podían enmarcarse en este ámbito. Alguien ha dicho que
el populismo se caracteriza por ofrecer respuestas pretendidamente directas y
fáciles a problemas que son más complejos y requerirían seguramente respuestas
mucho más matizadas. Yo diría que los populistas (y este es quizá el elemento
que más tienen en común los muy variados populismos, diferentes en otros
aspectos) se caracterizan por tomar las ideas simples y viscerales que algunas
personas, y en particular parte de la clase media o baja, pueden defender en
una conversación informal en un bar, pero que casi nunca habían sido oídas a
los políticos, o al menos a los que siempre se preocupan de defender lo
políticamente correcto. Si esto es así, el verdadero problema del éxito de
Trump no son los evidentes tintes xenófobos y misóginos de su discurso
electoral, sino que demasiados ciudadanos de los Estados Unidos han sentido ese
discurso (y el propio rechazo a algunos elementos fundamentales del sistema)
como algo con lo que se identificaban, y que antes no habían escuchado a otros
políticos.
Dicho lo anterior, no queda sino
asumir este resultado electoral. Y creo que si lo enmarcamos convenientemente
en las preocupantes tendencias que se vienen apreciando en otros países
occidentales, permite vislumbrar, a pesar de todo, algún elemento para la
esperanza, y desde luego más de una idea para la reflexión. Comenzando por lo
primero, el primer discurso de Trump como presidente electo permite apreciar un
tono y un contenido muy diferente a los de la campaña. Las llamadas a la unidad
y el respeto mostrado a su rival política, correspondido por comentarios en la
misma línea por parte de Hillary Clinton y del propio Obama, muestran una
reacción demasiado poco frecuente en Europa, y desde luego en España, y nos
permiten esperar que a partir de ahora sea posible un cierto viaje hacia la
moderación y el respeto institucional. Está claro que esperar que un político
no cumpla lo prometido, o al menos lo “suavice” o mitigue muy notoriamente, no
es lo habitual, pero creo que es lo que cabe desear en este caso. Por lo demás,
el muy consolidado sistema de “checks and balances” de Estados Unidos, tanto en
lo constitucional como en lo político y social (separación de poderes, gran
peso del Congreso, control judicial, pluralismo informativo, etcétera) permiten
afirmar que no podrá llevar a cabo sus propuestas más rechazables, sin contar
con apoyos que no cabe ahora presumir, o en el peor de los casos sin que tenga
que responder por ello. Y entre las muchas ideas para la reflexión, apunto una:
el éxito de Trump se debe, como el de otros populistas, al rechazo a la
globalización, pero también al rechazo que esta ha generado en los más
desfavorecidos por ella. Yo creo que la globalización, que tiene aspectos
positivos y negativos, es hoy imparable. Pero igual que el Estado liberal tuvo
en su día que reconvertirse en un Estado social y democrático para dar
respuesta a sus propias contradicciones internas, la labor del momento es
lograr un proceso globalizador más humano, que no deje a nadie en la cuneta.
Solo así se podrá hacer frente a los radicalismos que han surgido como forma de
rechazo a este fenómeno.
(fuente de la imagen: http://www.taringa.net/post/noticias/19650614/Las-7-propuestas-de-Donald-Trump-que-los-grandes-medios.html)
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